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defender culpable

¿Cómo hacen realmente los abogados para defender a alguien que sabe que es culpable?

Es la pregunta que más veces me han hecho desde que me colegié. Y lo primero que hay que contestar es que hay que creer en la causa del cliente.

          Y cuando digo creer, no me refiero a creer en su inocencia, sino en que su causa es legítima. Les pongo un ejemplo: hace años se le acercó a una madre, el violador de su propia hija, nada más salir de prisión y cuando ella esperaba el bus. Se río y le preguntó por su hija. Ella fue a una tienda, compró una lata de gasolina, fue a buscarle y se la roció por encima, prendiéndole fuego y causándole su muerte. ¿A qué le resultaría fácil simpatizar con su causa y defenderla?

            Pues a mí me pasa lo mismo con los delitos cometidos por drogadictos: creo firmemente en que si no tomaran drogas no cometerían delitos, y hasta estoy seguro de que serían buenas personas y llevarían una vida normal y decente. Pienso a todas horas que ellos (que a lo mejor tenían padres alcohólicos) probablemente nunca tuvieron una oportunidad, y que se merecen una buena defensa. Hago culpables en mi mente a los traficantes que les venden, absolviendo a mis clientes de todo el mal causado bajo la influencia de los estupefacientes.

            Y, sin embargo, me resulta muy difícil defender a una persona que haya sido infiel a su pareja, porque por obras y convicciones siempre he sido fiel y, sin embargo, he tenido que soportar este tipo de dolorosas situaciones.

            Es decir: cada persona tiene sus propios prejuicios, convicciones y preferencias; Y aunque está claro que el abogado debe ser tolerante por naturaleza, también lo es que todos debemos tener claro a quién estaríamos dispuestos a defender y a quién no.

            Lo segundo: una vez sabemos que tipo de delitos estamos dispuestos a tolerar y llevar, debemos defender al cliente como si fuera nuestro mejor amigo: alguien a quien se debe creer, pase lo que pase y digan lo que digan. Por eso estoy convencido de que las personas escépticas deberían ser jueces o fiscales, y que las personas crédulas como yo siempre serán buenos abogados. No hay nada menos creíble que un letrado defendiendo sin convicción a un presunto culpable.

            A veces la profesión nos sorprenderá defendiendo delitos especialmente repulsivos como la violación o el tráfico de drogas porque los acusados aparentan ser inocentes y la acusación “no hay por dónde cogerla”. Esto es así porque la persona nos cae en gracia y simpatizamos con su causa por cualquier razón, ya que ante todo un letrado debe ser una persona empática y compasiva con la persona a la que tiene el honor de defender. El abogado no juzga, comprende. Tiene que ver todo desde la óptica del acusado, poniéndose en su piel, y pensando que no hay justicia sin un defensor que examine que al menos todas las pruebas se han hecho conforme a la ley, sembrando la duda razonable en el juez para así conseguir en este que la sentencia roce siempre la excelencia.

            Un caso real

Probablemente, a estas alturas piensen que este artículo es una sarta de tópicos judiciales, así que les voy a contar un caso que tuve y que me cambió la visión sobre la presunción de inocencia. Fue hace muchos años en A Coruña, básicamente mi representado había golpeado a su pareja, y leer los autos me revolvió las tripas. Él me juraba y perjuraba que era inocente, pero yo en mi fuero interno no le acababa de creer.

            Y llegó el día del juicio y entonces sucedió todo: la denunciante afirmó que los golpes se los había dado ella a sí misma. Yo no salía de mi asombro mientras mi cliente me hacía gestos de “¿Lo ves? ¿Lo ves?”. La jueza, alarmada por el cambio de versión, le preguntó varias veces si mi cliente la había denunciado y ella dijo que “no”.

            Dado el cariz de los acontecimientos, Su Señoría mandó parar el juicio para llamar a la médico forense y así ratificarse en su informe en sala. Y efectivamente, refirió que la denunciante tenía graves problemas psiquiátricos, incluyendo autolesiones. Yo le hice la pregunta que tenía que hacerle

            -¿Es posible por la mecánica de los golpes que constan en autos el que se los haya producido ella misma?

            -Es perfectamente posible, sí. Sin descartar que se los produjese otra persona, por supuesto.

            Finalmente, ganamos y mi cliente salió absuelto. Y sé lo que están pensando: “a saber qué pasó después”. Pues pasó que al cabo de unos meses me los encontré paseando tranquilamente con el hijo de ambos, relajados y felices. Ambos me saludaron y me dieron las gracias por el trabajo realizado. Ese día me di cuenta de que solamente un juez mediante un juicio justo tiene derecho a juzgar a los demás.

Pablo Carvajal de la Torre.

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