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Aprender a divertirse

Empieza un año nuevo, y conviene (ante todo) renovar la ilusión. El ser humano es un proyecto permanente. Sin sueños, esperanzas o anhelos perderíamos las ganas de vivir. Uno de los grandes problemas de hoy en día es la alta competitividad que genera tanta frustración cuando "no ganamos". Ese es el error: me entristece ver que los niños -y no tan niños- abandonan el deporte porque no "son buenos" al no ganar nunca a nada. Los adultos nos hemos vuelto tan necios que no sabemos transmitir los valores positivos del deporte: el trabajo en equipo, la superación personal o el simple hecho de pasarlo bien y sentirse en forma. Recuerdo la fabulosa sensación cuando, tras suspender gimnasia de pequeño, terminé un triatlón de setecientos metros nadando, veintidós kilómetros en bicicleta y siete kilómetros nadando en hora y media, aunque entrase de los últimos.
En la escuela pasa algo parecido: les enseñan a memorizar, a repetir y a aprender cosas como la raíz cuadrada (¿alguien sabe para que vale en el día a día?), en vez de estimular su imaginación, su pensamiento y su creatividad. Yo tuve la gran suerte de ir a un colegio privado (el "Obradoiro") donde primero se hacía el experimento o el trabajo de investigación por los propios alumnos y luego el profesor iba explicando en base a nuestras propias conclusiones. El resultado fue que desde pequeño tenía interés por leer, por escribir y falta de miedo a hablar en público, lo cual fue muy importante para empezar a destacar como abogado en Coruña; y no por ser especialmente brillante (nunca tuve excelentes notas) sino porque en aquel colegio me enseñaron a atreverme a experimentar, a hablar, a escribir, a la técnica del "ensayo-error", sin miedo a equivocarme, a hacer las cosas porque apetecen. Les animo a que si tienen hijos, les enseñen a perder el miedo a intentar las cosas, a fracasar, a perder un partido o a llegar de último en cualquier carrera. Porque la verdadera cobardía es no intentarlo y quedarse en casa viendo la tele. Solo así se aseguraran que después no tengan miedo a su trabajo y tengan la osadía de proponer cosas nuevas, investigar, leer, participar, o simplemente divertirse con la fabulosa sensación del trabajo bien hecho. Aunque no esté de moda.

 

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