El año pasado enterramos a mi padre a los casi 89 años de edad. Había nacido un 6 de diciembre de 1929, con lo cual le tocó vivir la Guerra Civil de niño. Recuerdo el miedo que le daba Arthur Mas y “Podemos”, y como hablaba constantemente de un nuevo “Frente Popular” similar al prebélico. Mi abuelo si recordaba perfectamente nuestra guerra civil. Tenía 36 “abriles” cuando estalló y le pilló en medio de Asturias, fue condenado a limpiar cunetas por el único delito de trabajar como contable de una lonja de pescado donde los “rojos” aprovechaban para reunirse a escondidas. Recuerdo cuando murió Franco y mis hermanos entraron en su casa chillando “¡Bieeen, murió Franco, tres días sin clase”, el miedo que le entró a mi abuelo y como dijo “¡CALLAROS, C…!, ¡QUE OS VAN A OIR LOS VECINOS!”. Ni les cuento cuando el 23-F. Pero conviene recordar que los que vivieron la Guerra Civil en primera persona o ya han fallecido o apenas si la recordarán. Pero los que nacimos a principios de los “setenta” y antes, recordamos el espíritu de la Transición, aquel que, no olvidó -pero perdonó- a Santiago Carrillo los asesinatos de Paracuellos del Jarama o a Manuel Fraga el haber sido ministro durante la Dictadura Franquista. Recordemos que la nuestra ha sido una excepción en una larga lista de transiciones democráticas, a cada cual más traumática y sangrienta.
Por eso, cuando escuchamos las palabras “referendum en Cataluña”, ninguna persona demócrata y antiradical piensa “No teneís derecho a expresaros, os vamos a enviar los tanques a reprimiros”, sino que nos acordamos de la Guerra de Yugoslavia de 1990, y nos entra miedo. Cuando afiliados de “Podemos” rodearon el Congreso nadie pensó “dispersemos a balazos a esa panda de vagos desgreñados” sino que nos entró miedo al acordarnos del “23-F” y como los tanques asediaron la Carrera de San Jerónimo, llegando Tejero a entrar y disparar al techo de nuestro hemiciclo. Cuando Boris Jonhson cerró el Parlamento, todos tuvimos miedo al acordarnos de Nicolás Maduro. Cuando el Reino Unido quiere el “Brexit duro” nadie duda de que tengan en gran parte razón, sino que tenemos miedo de volver a la Europa de los años cincuenta del siglo pasado. Quizá porque muchos vemos en Pablo Iglesias a otro presunto “Maduro”, al tener tanto interés en controlar el “CNI”, nos entra miedo y criticamos con demasiada vehemencia a sus simpatizantes.
Por eso, cuando nos hemos enterado de la noticia de que el Tribunal Supremo aprueba la exhumación de Franco del Valle de los Caídos, nadie -salvo la extrema derecha- se enoja por tal circunstancia sino por el miedo. Miedo a las coincidencias con el clima político del verano de 1936, plagado de nacionalismos desaforados y comunistas radicalizados. Miedo, porque antes (como ahora), la izquierda y la derecha se llevaban “a matar”, apoyados respectivamente por las nacionalidades históricas de un lado, y la iglesia y el ejercito por el otro. Terror, porque el gobierno de Pedro Sánchez esté mas obcecado en limpiar España de los fantamas del pasado que de defenderla de las amenazas del presente. Y sobre todo estupor, porque el señor Sánchez en un año de mandato se haya centrado más en cumplir una promesa simbólica que en propuestas que le ayudasen a formar gobierno y sortear la crisis que se nos avecina.
Y es que, aunque nos pretendan engañar, el único fantasma que nos quita el sueño es de la recesión.
Pablo Carvajal de la Torre