Me acaban de avisar de un artículo con final homófobo firmado por otro abogado en un diario gratuíto de la Asociación de Empresarios de mi localidad. Cuando lo leí no pude menos que llevarme las manos a la cabeza: efectivamente, así era. El epílogo rezaba "una cosa es el homosexual discreto y respetable y otra el maricón ostentoso". Yo añadiría más: una cosa es el "Homo Sapiens", social y evolutivo y otra el "hombre de Cromagnon", privado por la naturaleza de la mejor de las armas evolutivas: la inteligencia. Para sobrevivir, debe pues, valerse de la fuerza bruta, instrumental y manipulable. Así, mientras el "homo sapiens" conoce el origen de la democracia, en la Grecia antigua, dónde la homosexualidad era una práctica habitual, respetada y plasmada en las artes, el "hombre de las cavernas" no conoce nada más allá de su diminuto territorio, sintiendo amenazas hasta por las orientaciones sexuales ajenas. Solo así se explica que una práctica sexual tan antigua como el ser humano (la Isla de Lesbos data de más de dos mil años de antigüedad, debiendo su nombre a la orientación sexual de sus habitantes femeninas) sea considerada un peligro para la extinción de una especie, la humana, que va camino de "cargarse" el planeta que habita por el simple hecho de la superpoblación. Así, mientras el "Homo Sapiens" considera digno de respeto cualquier forma de expresión sexual o cultural que no implique violentar la sociedad, la "sota de bastos", ignorante del significado de la palabra "materia gris", cae en todo tipo de fanatismos religiosos, ideológicos (nacismo) e incluso terroristas (Yihadismo), los cuales se basan en el uso de la fuerza frente a todo lo diferente, como única salida viable a un "supuesto" conflicto.
y todo esto, viniendo de un "hooligan", un cateto, un "yihadista" o un neonazi, no pasaría de ser una desagradable anécdota. Pero no, lo suscribe otro abogado, lo cual me genera repulsa y mucha preocupación: se supone que nosotros, los abogados, somos los defensores de la resolución de los conflictos mediante la palabra y delante de un tercero imparcial, llamado Juez. Se supone que la democracia es nuestro marco de actuación natural, y que dentro de la misma, y como valores superiores, están la libertad y la igualdad en su máxima expresión. Ya que si no hay libertad, malamente puede haber abogacía. Se supone también, (y a lo mejor estoy suponiendo demasiado), que los abogados jamás hacemos juicios de valor sobre los demás, ya que defendemos a todo tipo de clientes, hasta a los presuntamente culpables. Dicha práctica diaria, asistiendo al delincuente marginal y pobre, al psicópata, a la maltratada, al despedido, y al homosexual acosado ya desde el colegio; nos hace crecer una especial sensibilidad y empatía con la desgracia ajena y la debilidad humana, con el sensible, con el débil y el desprotegido; es por eso que me duele especialmente que otro abogado, firmando como tal, se atreva a hablar así de lo diferente, le resulte grotesco o elegante...hasta que recordé lo que me dijo un profesor de derecho "no presumas nada, algunos abogados tienen cerebro, y otros, los menos, son unos descerebrados"
Pablo Carvajal de la Torre