La gran mayoría de las personas no tiene un amigo o conocido abogado. Y es cuando tienen un problema legal, divorcio, despido, robo o herencia, etc, etc…cuando les surge la duda ¿a que abogado acudir? ¿Cuál es el mejor?
La respuesta es compleja. Muchas veces el mejor abogado de nuestra ciudad no tiene porqué ser el mejor abogado para nosotros: bien porque este demasiado ocupado con asuntos de mayor interés o bien porque por su fama sus honorarios son inasumibles o lo que es peor: nuestro caso lo va a llevar un primerizo de su propio despacho. A ello hay que unirle que tendremos que superar un ejercito de secretarias de dirección para poder hablar directamente con él. Ojo, eso no quiera decir que todos los abogados de reputado prestigio sean así, pero quizá haya que reservar su contratación para asuntos de especial gravedad, como por ejemplo un asesinato, violación etc, tanto si somos las víctimas como los acusados.
La mejor fórmula es el “boca a boca”, pero claro, volvemos a lo mismo: el abogado que resultó magnífico para nuestro mejor amigo o amiga, resulta que no conecta con nosotros. Lo mismo puede pasar en internet: un letrado que aparezca maravilloso en la red puede ser un auténtico incompetente en la realidad.
¿Cómo haremos entonces para elegir al mejor abogado? A continuación desvelamos las claves que debe reunir para que su contratación sea un éxito:
1 La honradez: Desconfíe de un profesional que le diga “no se preocupe” “esto está todo arreglado” o lo que es peor :“este pleito está ganado”. El buen profesional le hablará con claridad, si ve que usted puede perder el litigio le aconsejará negociar a toda costa, y si ve que va a ganar también le planteará esa posibilidad. Le pedirá documentos. Le hablará de pros y contras. Y lo que es lo más importante le dirá cuanto le va a cobrar o las fórmulas para establecer sus honorarios y le dará un presupuesto sin compromiso y tiempo para pensarlo. Si no es así salga corriendo.
2 La Seguridad: El buen abogado está seguro de lo que dice y hace. Admite sin pudor que tiene que estudiar la cuestión más a fondo, admite sus errores y no se pavonea de sus éxitos, ya que “la taberna de buen vino no necesita cartel”. Observe como se expresa, si habla clara y llanamente, si le informa de todos los pormenores del pleito, si le escucha y tiene en cuenta sus opiniones y le hace participe de las decisiones, sobre todo la de acudir a juicio o negociar. Observe como se comporta en el Juzgado, si está nervioso o por el contrario domina la situación y si se siente cómodo hablando en público.
3 La Compenetración o la Química cliente-abogado: como he pensado siempre, uno “se casa con el cliente hasta que la sentencia os separe”. Suelen ser relaciones profesionales intensas que duran dos o más años, durante las cuales pasaremos momentos de gran tensión emocional junto a nuestro letrado. Si no hay buen “feeling” con él o ella, planteese seriamente cambiar de abogado. Créame que los pocos pleitos que hemos perdido ha sido por esa falta de química, que en el peor momento posible hace que el cliente tome decisiones por su cuenta por falta de confianza, con consecuencias catastróficas parar ambos. A nosotros nos pasa igual, solo que tenemos la gran suerte de poder elegir a nuestros clientes, y desechar a otros alegando cualquier amable excusa, y siempre es por la misma razón: no nos “cae bien”, no confiamos ciegamente en él o ella o no nos gusta lo que ha pasado (por ejemplo no llevamos un cliente infiel en un divorcio si a nosotros nos ha pasado y nos repugna tal circunstancia).
4 La Fidelidad: el abogado tiene que ser siempre fiel a su cliente. Sus intereses están por encima de los de cualquiera. No podemos fiarnos de un letrado que tiene miedo de un juez u otro abogado que se considere con más reputación, ni de alguien que prima el “llevarse bien con los compañeros de toga” con nuestra defensa. Debe trasladarnos cualquier conversación con la parte contraria y así evitar suspicacias del estilo de “mi abogado se vendió”
5 El Precio: en este tema hay un paralelismo con los coches. Los “Mercedes “ son caros y los “Dacia” baratos y lo mismo sucede con los abogados: si un primerizo le cobra mucho o un “consagrado” poco, salga corriendo. El novato está abusando y el de fama le endosará su tema al pasante del despacho. El precio tiene que estar en consonancia con la experiencia, edad y reputación del abogado en cuestión.
6 Los “grandes” y la letra pequeña: todos conocemos a la empresa de abogados que más se anuncia en los medios. Lo que pocos saben es la letra pequeña de sus contratos leoninos, que muchas veces nos obligará a pagar mucho por poco. Las empresas se crean para ganar dinero, así que cuando vea un anuncio del estilo de “su abogado gratis” “solo cobramos si ganamos” piense si alguien dá “los duros a cuatro pesetas”
En conclusión: la honradez, la transparencia y la confianza es lo que nos ayudarán al mejor profesional en cada ocasión que tengamos que acudir al juzgado.
Pablo Carvajal de la Torre. Fundador de “Carvajal de la Torre Abogados”
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