Viendo como está la política nacional y el esperpento al que hemos llegado, unos por sobreactuación y otros por no querer ni figurar, me acordé -ya no solo de la famosa serie de los ochenta sobre el torpe y ruidoso cavernícola y su habilidoso y callado amigo- sino sobre todo del no tan famoso libro de George Orwell, "La Granja Animal". En él se narra la revuelta de los oprimidos animales de granja contra el dueño humano, al cual llegan a echar de aquella. Entonces, el control lo toman los cerdos, los cuales ponen una pintada gigante a la puerta de la casa del agricultor expulsado "TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES". Y así intentan repartir de manera igualitaria las tareas más duras y de organización. Pero como quiera que los dos gorrinos dirigentes ("snowball" y "napoleón") tienen ideas contrapuestas sobre el reparto del trabajo -el primero es comunista y el segundo es más pragmático- comienzan a discutir a causa de la igualdad entre los animales y quien dirige a quien. Así hasta que un buen día de madrugada, los perros atacan al buenazo de "snowball" y "Napoleón" toma el control por la fuerza, ya que los dos "doverman" están al servicio de este. Cuando los animales quieren reaccionar y recordar a los cerdos el principio de igualdad, acuden todos a la puerta de la granja, y resulta que allí pone "TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES" a lo que alguien añadió "PERO UNOS MÁS QUE OTROS". Así hasta que los cerdos consolidan el dominio sobre los animales y vuelven a retomar negociaciones con el granjero. Este magnífico libro en realidad parodia el golpe de estado de Bonaparte que puso fin a la Revolución Francesa, volviendo todo al punto de comienzo. Determinen ustedes quien de los dos "Picapiedra" es "snowball" y quien "Napoleón". Lo digo más que nada por todos aquellos que siguen creyendo en que cierto partido de color de rosa retinto viene dispuesto a cambiar las cosas. Por lo de pronto, y según comentó Pablo "Marmol" el pasado viernes, quieren el mejor sillón posible de la vieja poltrona: el de vicepresidente del gobierno. Ni más ni menos. Y es que todos los políticos son iguales, pero unos más que otros.
Pablo Carvajal de la Torre.